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Eran las 12 de la mañana y seguÃa esperando a que el médico me diera el alta. Llevaba tres horas esperando pero no querÃa agobiar a nadie, asà que esperé con paciencia como un buen paciente. Era maravilloso ver cómo los rayos de sol atravesaban la ventana iluminando la sala ya que, se trataba de una sala oscura que apenas las bombillas lograban iluminar una cuarta parte, y daban la impresión de demostrar que habÃa vida en aquella sala a pesar de que fuéramos unos pocos los que seguÃamos despiertos; las enfermeras parecÃan angustiadas tras ver que sólo unos pocos conseguÃan despertar mientras que los otros compañeros estaban exhaustos y sus caras parecÃan reflejar ansias de despertar.
Una de las enfermeras me afirmó que tuve mucho coraje para alistarme y acabar asÃ. En ese momento noté cómo la sangre circulaba por mi cuerpo a una velocidad incalculable, cómo el sonido del bombeo de mi corazón se escuchaba y notaba cómo mi boca se abrÃa para dejarle claro qué era el coraje.​
Lo más duro en la vida es cuando sabes que dejas de ser aquel niño pequeño, inocente y pÃcaro al mismo tiempo, que disfruta de la vida ya que tarde o temprano esa vida cambiará y la suerte no es quien toma el camino, sino la propia persona que busca su propia suerte. En ese momento una imagen apareció de súbito en mi mente enseñándome la razón por la que me alisté. SabÃa que no tenÃa muchas salidas ya que se me daba mal el estudio, provenÃa de familia pobre y no querÃa realizar trabajas aburridos, sino hacer algo por los demás, ser quien les proteja, quien proteja su paÃs y por ello, decidà alistarme en el ejército. SabÃa que serÃa un trabajo duro, que requerÃa una emoción inalcanzable para muchos: el coraje.
Por eso cuando me preguntó qué era el coraje quise decirle todo, absolutamente todo, contarle por lo que habÃa pasado, por lo que otros habÃan pasado ya que no se requerÃa coraje para alistarse. Muchos soldados se alistaban sin saber las consecuencias de lo que requerÃa el ejército, si entrábamos unos 100 soldados al año seguÃamos treinta ya que muchos no soportaban la idea del sufrimiento, el entrenamiento era duro demasiado duro, pero un buen soldado es aquel que sabe aguantar el sufrimiento y sigue adelante por su patria. Muchos siempre se preguntaban por qué debÃamos luchar nosotros y no aquellos que causaban el conflicto entre ellos y asà no sacrificar vidas inocentes pero, no todo el mundo tiene el mismo concepto de guerra, yo luchaba por mi patria ya que alguien debÃa hacerlo aunque no estuviera de acuerdo en muchas cosas.
Pero lo que realmente provocaba el sufrimiento era estar en el campo de batalla y ver cómo caÃan tus compañeros, ver sus caras de frustración de aquellos que seguÃan en su puesto de batalla y sentir cómo ellos también sufrÃan; sentir el aire caliente del ambiente y ver cómo bala tras bala atravesaban las pieles de muchos de los enemigos. Dicen que es un pecado matar y aquel que lo hace debe ser castigado pero en el caso de la guerra es diferente. Aún recuerdo sus caras asustadizas por todo lo que veÃan y aquellos compañeros que temerosos por perder sus vidas querÃan huir pero los entrenamientos nos enseñaron que no debÃamos hacerlo, habÃamos llegado demasiado lejos para rendirnos justo antes del final y por lo tanto, continuaron con lágrimas fluyendo de sus ojos, gotas de sangre que dejaban un rastro en la superficie de la tierra, el sudor que producÃan los cascos y la adrenalina que recorrÃa todo nuestro cuerpo produciendo que el latido de nuestro corazones latÃa tanto que era posible oÃrlos desde la distancia. Recuerdo también que varias balas me rozaron produciendo pequeñas heridas en mi cuerpo y cómo un golpe producido por una piedra me dejó inconsciente. Después de aquello inspiré varias veces notando cómo el aire caliente recorrÃa mis pulmones, notaba que mi cuerpo reproducÃa pequeños espasmos, y cómo logré despertar en el hospital.
QuerÃa contarle todo aquello a la enfermera para que supiera qué es el coraje pero, en ese momento vino el médico con los papeles del alta diciendo que podÃa irme tranquilo y no le dije a la enfermera ese pequeño discurso que tenÃa en mente ya que, daba la impresión de que ella jamás sabrá lo que son las cosas si no las experimenta y sabÃa que no me creerÃa si le narraba aquel discurso que tenÃa preparado y por lo tanto, lo único que hice fue irme y callarme ya que sabÃa que mis palabras no iban a ser mejores que mi silencio.
​Coraje